31.1.09

Y después de todo...

...aquí estás, mamá, pidiéndome que esconda lo que tanto tiempo tarde en comprender y aceptar. Yo, que tanto te quiero y te necesito, tú, que tanto me quieres y me necesitas, y aún no puedes comprender que es esto lo que soy, y que no es algo que se cambie, que es lo que siento, que es lo que me define, lo que soy desde siempre, siempre oculto, siempre detrás de tu sonrisa amable. Sonrisas que no veré más delante mía, ahora todo está hundido a tu alrededor y eres tristeza infinita, corazón desgarrado, lágrimas en el alma por que no ha florecido el capullo que con tanto amor criaste, por que en lugar de ser un lirio es una rosa roja, llena de tu sangre, tu preciosísima sangre que ahora corre por unas venas en muerte, por un cuerpo desvalido. Pero yo lo sé, algún día, lejano tal vez, lo sé, sé que volverás y me verás y buscarás en mis ojos la felicidad que escondo dentro de mí, la felicidad que no crees capaz un hombre me pueda dar, y entonces ambos nos sonreiremos y volverá a brotar sangre de nosotros y la sangre nos limpiará la cara y nos miraremos con pureza y entenderás que ninguno de los dos está mal con tu particular Dios, que las espigas se doblan al Sol, para crecer doradas y radiantes en una mañana de primavera no lejana de esta tarde fría y visceralmente desolada de invierno.